capaz de soportar
un músculo atrofiado
y quizá dos o tres huesos menos.
Teñir las paredes de negro
para disimular la sangre,
fundirme en el tiempo
y desaparecer.
Me recuerdo despojada
de la imprecisa defensa
que me brindan las telas
y el cuero.
Sin ojos, sin oído, sin extremidades.
Un torso deseado
por los osos salvajes del norte.
Si me veo
presupongo que los límites de mi cuerpo
son estos y nada más
aunque los espejos simulen
espacios más grades.
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