Soy
descendiente de un rey
cuyos valores florecian
de una rama dorada
y para éstos,
sólo para éstos,
ejercía su profesión.
Cuidaba del árbol
día y noche
¡Que no se seque!
¡Que no se corrompa!
Y que cualquiera que lo suceda
acate
la misma responsabilidad.
Atentos día y noche
paranoicos
obsesivos
y leales.
Deben matarme
para sucederme.
Y deben matarlos
para sucederlos.
¿Cuántos reyes están dispuestos?
Así
un día
el árbol muy solo quedó
y dichas ramas
se desintegraron
con el tiempo.
Los valores de ellas
se resguardan
en los cuerpos
desinteresados
que los que dieron todo
por su eternidad.