Vi luz y entré.
Un velatorio que se disimulaba con una buena atención
y sin café.
Se proyectaba un video a lo Koyaanisqatsi
pero del Perú.
Me gustó eso.
Al terminar el corto
podría decir
que me desperté
atrapada en la tumba.
Todo cerrado y sin nadie más para llorar.
Afuera,
donde se come,
donde se bebe,
donde se fuma,
la pasé mejor.
Hay lugares donde
las sonrisas
no son más que una mueca
glamorosamente grotesca
y los espacios
reservados para la memoria
en mi cabeza
quedaron vacíos.